Recetas selectas

Extremadura

Extremadura es una Comunidad Autónoma que ha sabido gestionar magistralmente historia, naturaleza y gastronomía para divisar un futuro más que esperanzador.
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Aunque pueda parecer extraño a los que desconozcan la historia de Extremadura, su pasado fue de un esplendor tal, que en tiempos de los romanos era considerada como una de las provincias más importantes del Imperio. Su nombre, Lusitania, abarcaba parte de la actual Comunidad Autónoma y de Portugal. El centro de operaciones, Emérita Augusta (actual Mérida), fue fundada en el año 25 a.C. y se consideró una de las diez ciudades más importantes de todo el Mediterráneo. Mérida, capital actual de la Comunidad Autónoma, conserva uno de los conjuntos arqueológicos de esta época más importantes y extensos de España. De hecho, en 1993 entró a formar parte del selecto grupo de ciudades Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Sus famosas antigüedades están localizadas, en su mayor parte, en el centro histórico: el teatro, el anfiteatro, el circo romano, el acueducto de los Milagros, el Templo de Diana, el Pórtico del foro, el Arco de Trajano o la Casa de Mitreo. Todo un viaje a la época del Imperio romano dentro de sus murallas. Más allá del muro defensivo de la ciudad, también se encuentran otros vestigios del pasado: las presas de Cornalvo y Proserpina, el acueducto de San Lázaro, el puente sobre el río Guadiana o las termas de Alange, situadas a 18 kilómetros de Mérida.

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LA RUTA DE LA PROSPERIDAD


Otra de las señas de identidad romana quedó impresa en la Vía de la Plata, una calzada que une Mérida y Astorga, de 470 kilómetros, y que sigue vertebrando la parte occidental de España. Su importancia ha sido crucial a lo largo de la historia, sobre todo para el desarrollo socio-económico de las comunidades de Extremadura y Castilla y León. En este milenario camino destacan dos localidades: Plasencia y Hervás. La primera ya fue habitada por romanos y árabes antes de su fundación en el año 1186. La importancia histórica de Plasencia reside en ser una ciudad que permitió la convivencia entre árabes, cristianos y judíos, lo que impulsó su desarrollo. Incluso, Fernando El Católico eligió la ciudad como residencia.
Para descubrirla es necesario pasear por sus antiguas y bellas calles, hasta llegar a la Plaza Mayor, la Catedral Vieja y la Nueva. Desde allí se puede seguir recorriendo la historia a través del convento de Las Claras, la Casa Palacio de los Monroy o el propio Parador Nacional. Pero si la naturaleza es otro pasatiempo, nada mejor que disfrutar de los parques de la Plasencia verde: Los Pinos, La Coronación, Los Caídos, La Isla, El Cachón y San Antón, además de practicar piragüismo o senderismo en su variado patrimonio natural.
Las ruinas romanas de Cáparra son otra de las visitas obligadas de Plasencia, la capital del Valle del Jerte. En ellas se encuentra el monumento más importante y mejor conservado de la Vía de la Plata: el arco cuadrifonte de Cáparra. Eso sí, no hay que marcharse sin probar la mayor delicia de este valle: las cerezas, con denominación de origen, una exquisitez para paladares exigentes. La localidad de Hervás es un Conjunto Histórico Artístico, con un importante asentamiento judío  que dejó una huella imborrable. Es uno de los mejores conservados del país, y cuenta con la calle más angosta de España: la Travesía del Moral, con apenas medio metro de ancho.

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 UN CULTO AL PALADAR


En cualquier ciudad o pueblo de la Comunidad se degustan los platos típicos de una gastronomía que tiene como bandera el jamón ibérico. Su denominación de origen Dehesa de Extremadura y sus cerdos alimentados de bellotas impregnan su cocina de sabores, texturas y fragancias particulares. Su cocina es sencilla, pero deliciosa: calderetas, migas, chanfainas, zorogollos, cochinillo cuchifrito... O sus postres: técula mécula, arrope, perrunillas, bollos de chicharrones, hornazos, sapillos, repápalos de leche... Sin olvidar esa miel de Villuercas-Ibores, también con Denominación de Origen.
Para los amantes del queso, Extremadura es su altar: Torta del Casar, quesos de La Serena y Los Ibores (todos con denominación de origen), quesaíllas de las cabras de La Raya, queso de cabra de Gata, de Las Hurdes, Castiblanco, de La Vera... Pero aquí no desaparece su extraordinaria calidad: aceite de Monterrubio de la Serena, pimentón de la Vera o vinos de la Ribera del Guadiana, son algunos de los muchos ejemplos de cómo la tradición y la historia están en el ADN de su propia gastronomía.

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